El comercio global está bajo presión en 2025.
Los aranceles han vuelto a ocupar los titulares, reavivando el debate sobre su papel en la reconfiguración del comercio internacional. ¿Son una herramienta estratégica o el camino más rápido hacia una crisis económica? El inversor y experto en mercados globales Jim Rogers ofrece una mirada crítica sobre los aranceles y las guerras comerciales.
Como afirma Rogers:
“Los aranceles nunca han hecho mucho por cambiar el mundo. A menos que conduzcan a una guerra.”
Esta visión refleja su interpretación personal basada en décadas de experiencia y un profundo conocimiento de la historia financiera. En este artículo exploramos la naturaleza cíclica de los aranceles, sus consecuencias reales y lo que podría deparar el futuro, a través del análisis sin filtros de una de las voces contrarias más respetadas del mundo financiero.
La ineficacia histórica de los aranceles
Desde la Ley Smoot-Hawley de los años 30 hasta los enfrentamientos actuales entre potencias, las guerras comerciales rara vez han logrado sus objetivos. La evidencia histórica es clara: lejos de estimular el crecimiento económico, los aranceles distorsionan los mercados, provocan represalias y elevan los precios para los consumidores.
Pero hay un trasfondo más preocupante. Según Rogers, los aranceles no solo tensan las economías, sino que a menudo preceden a conflictos. Polarizan alianzas, generan desconfianza y, en algunos casos, encienden la mecha de una guerra. Cuando las políticas proteccionistas empiezan a dominar la agenda global, las consecuencias van más allá de lo económico: se convierten en problemas geopolíticos.
Aranceles como herramientas políticas, no soluciones económicas
Los aranceles suelen presentarse como políticas inteligentes, promovidas como herramientas de negociación o métodos para reducir los déficits comerciales. Pero Jim Rogers no se lo cree. En su opinión, estas medidas son más teatro político que estrategia económica.
“Esto probablemente sea más grave que la última vez,” advierte, refiriéndose a la postura comercial más agresiva del gobierno de EE. UU.
Según Rogers, la mayoría de los aranceles no tienen como objetivo corregir déficits ni reformar el comercio global, sino ganar votos y atender intereses a corto plazo. Los políticos los implementan para complacer a ciertos sectores del electorado o para mostrarse duros en materia comercial, aunque el daño a largo plazo supere cualquier beneficio inmediato.
Muchos economistas sostienen que el crecimiento económico sostenible rara vez proviene de tácticas aislacionistas. Generan titulares, pero rara vez logran avances duraderos.
“Muy, muy pocos aranceles o guerras comerciales han tenido éxito en la historia.”
La ilusión de reformar el comercio global
El enfoque cargado de aranceles de Donald Trump se basa en una ambición audaz: reorganizar el comercio global a favor de Estados Unidos y restaurar el superávit comercial. Pero Jim Rogers ve esto como una fantasía económica, no como una política viable.
Los flujos comerciales globales están profundamente integrados en cadenas de suministro complejas, preferencias de los consumidores y ventajas comparativas desarrolladas durante décadas. Imponer aranceles no va a deshacer eso de la noche a la mañana, o quizás nunca.
Los desequilibrios comerciales son considerados en gran medida estructurales y no se solucionan fácilmente mediante medidas punitivas. Muchos expertos creen que Estados Unidos consume más de lo que produce y que los aranceles por sí solos no revertirán esa realidad sin cambios económicos más amplios. En esencia, los aranceles pueden crear la ilusión de acción, pero no resuelven la base matemática del problema.
Entonces vs. Ahora: La escalada de la guerra comercial entre EE. UU. y China
Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China en 2018 fueron serias, pero en 2025 se han vuelto más volátiles, más personales y mucho menos predecibles.
En 2018, los aranceles se presentaban como una herramienta de presión. Ahora, forman parte de una estrategia más amplia y agresiva. “Esto probablemente sea más serio que la última vez”, advierte Rogers.
Lo que hace que el entorno actual sea más peligroso no es solo la magnitud de los aranceles, sino su imprevisibilidad. Rogers señala que Trump carece de una filosofía económica coherente —reacciona en tiempo real a los medios y a la opinión pública. Ese tipo de impulsividad, aplicada a las dos economías más grandes del mundo, se convierte en una fuerza desestabilizadora que los mercados no pueden modelar ni las empresas pueden planificar.
Lee más sobre las tensiones económicas entre EE. UU. y China y comprende cómo influyen en los mercados globales, las cadenas de suministro y el entorno económico en general.
La bomba de tiempo de la deuda y el riesgo de “vender América”
Aunque los aranceles acaparan titulares, Jim Rogers nos insta a prestar atención a una falla más profunda: la creciente deuda de Estados Unidos. Traza un paralelismo histórico contundente: hace 100 años, Gran Bretaña era la potencia dominante del mundo. Cincuenta años después, enfrentaba un declive financiero. Rogers cree que Estados Unidos podría estar siguiendo un camino similar.
“Estados Unidos es la nación más endeudada en la historia del mundo”, advierte. “Y lamentablemente, llegará un momento en que la gente ‘venderá América’.”
“Es increíble lo profundo que estamos en deuda y cómo sigue creciendo.”
A medida que los niveles de deuda continúan aumentando y Washington ignora las implicaciones a largo plazo, Rogers sugiere que el sentimiento de los inversores eventualmente podría cambiar —algunos podrían retirar sus inversiones en bonos estadounidenses, alejarse del dólar y buscar estabilidad en otros lugares.
¿Las posibles consecuencias? Un dólar más débil, aumento de los rendimientos y una posible pérdida de confianza en lo que históricamente se ha considerado un refugio seguro a nivel global. Según Rogers, si ese punto de inflexión llega, no serán los aranceles los que acaparen los titulares, sino una retirada más amplia de los activos financieros estadounidenses.
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Las altas apuestas del comercio global: más allá de la guerra arancelaria
Mientras somos testigos de las fluctuaciones actuales en el comercio global, las lecciones de la historia siguen siendo claramente relevantes. Aunque los aranceles puedan parecer una herramienta conveniente para que los líderes políticos las utilicen en negociaciones, las consecuencias económicas a largo plazo rara vez son positivas. Jim Rogers, con su vasta experiencia, nos recuerda que los aranceles rara vez han conducido a una prosperidad duradera y, más a menudo, han provocado conflictos mayores.
La idea de reformar el comercio global mediante aranceles no solo es errónea, sino peligrosamente miope, especialmente cuando los problemas reales subyacentes, como los desequilibrios estructurales del comercio y la deuda insostenible, siguen sin abordarse.
En el mundo actual, el comercio global necesita más que soluciones temporales o políticas impulsadas por los medios. Requiere un enfoque estratégico y reflexivo que equilibre los intereses a corto plazo con la estabilidad a largo plazo.
A medida que avanzamos, es esencial reconocer los límites de los aranceles y centrarse en políticas que realmente puedan impulsar un crecimiento económico sostenible y la cooperación global. El futuro del comercio depende de una claridad estratégica y decisiones informadas, no de medidas reactivas que arriesguen desestabilizar la economía mundial.
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Pero recuerda: operar con CFD conlleva un alto riesgo de pérdida, especialmente en un mundo moldeado por políticas comerciales impredecibles y una deuda creciente. El apalancamiento puede magnificar las ganancias, pero también puede amplificar las pérdidas. Asegúrate de entender los riesgos y opera siempre con disciplina.